¿Te acuerdas que me enseñaste a hablar y
caminar?
Me gustaba salir corriendo a tu habitación a
ver que ropa llevabas puesta pero luego yo buscar en mi armario lo que más se
pareciera y así ir por la calle igual que tú. Recuerdo aquellos zapatos cafés
que tenias que nunca me gustaron.Tus largos viajes que parecían eternos y la emoción que sentía cuando te escuchaba silbar entre las largas rejas verdes del exterior de la casa, significaba que ya habías regresado.
Me enseñaste a boxear para defenderme de los
niños que tiraban arena en los ojos.
Cuando llegabas tarde a casa y me abrazabas
en mi cama, he de confesar que me molestaba que me despertaras pero hoy daría
lo que fuera por volverlo a sentir.
Jugábamos a fútbol en el parque, tú me
enseñaste.
Las clases de taekwondo a las que me
apuntaste, me daban un poco de miedo luchar contra los demás niños pero por ti
lo hacia.
Aquella bicicleta verde que me regalaste, ¡era
enorme! Pero quería estar toda mi vida dando vueltas en ella.
En la piscina, simulabas ser un tiburón y yo
intentaba escapar de ti como fuera. Nunca te cansabas de jugar conmigo.
Cuando estaba enfermo me cuidabas.
A menudo cambiábamos de residencia por tu
trabajo, pero siempre buscabas la casa más grande y bonita. Querías lo mejor para nosotros.
Me llevaste a ver pinocho al cine. Aún
recuerdo el miedo que me entró por todo mi cuerpo cuando apagaron la luz, por
suerte, tú estabas en la silla de al lado.
Me compraste un carrito a pedales que llevaba
el número 8 en la parte frontal, me sentía como un piloto de formula uno en él.
Todos los viajes a los que me llevaste. Recuerdo
cuando te compraste aquella cámara negra que pesaba una barbaridad. Filmabas todo
lo que tenias delante.
En mi primer curso fui elegido para hablar
delante de todos los graduados de último año, recuerdo como me susurraste al oído
que empezara mi discurso con un “buenas noches”.
Me han contado muchas cosas sobre ti.
Que eras un luchador tenas y noble, no te rendías
ante nada y te esforzabas por ser el mejor en cada cosa que hacías.
Hablabas delante de cientos de personas sin
miedo ni temor. Trabajabas sin descanso para darnos lo mejor.
Me han contado que eras un ejemplo a seguir. Querías
a los tuyos y eras querido por ellos. Ni
las amenazas ni tus miedos pudieron nunca contigo.
Me dicen que no solo soñabas, si no que luchabas
por hacerlos realidad.
¿Sabes que la maquina que un día imaginaste
empezó a funcionar al poco tiempo?, ¿y que los proyectos que tenias, hoy en
día, son grandes realidades que utilizamos a diario?
Pero un 02 de mayo truncó tu camino… truncó
nuestro destino…
Sé que ahora, cuando te hablo, muchas veces
no me entiendes.
Cuando te miro, tú me dedicas una sonrisa y
una mueca agradable.
Quisiera volver al pasado por un día, solo un
día para pasarlo contigo de principio a fin. Grabaría en mi memoria cada uno de
tus gestos, tus rasgos, tus palabras… te contaría todo lo que ha ocurrido en
estos últimos 20 años. Te cogería de la mano para sentirte cerca y recordar tu
tacto.
Si solo tuviera un día, te llevaría a comer
mango con sal y limón para volver a reírnos de las caras que poníamos. Te
pediría que me contaras tus sueños, que me abrazaras fuerte y no me soltases
nunca.
Saldría contigo a montar en bicicleta y a
correr bajo la lluvia.
Me esforzaría por no dormirme cuando caiga la
noche, porque sabría que cuando despertase todo volvería a estar igual que
ahora… seguirás ausente pero presente.
Maldigo aquella enfermedad que te aparto de mí,
pero doy las gracias porque aún podemos gozar de tu compañía.
Y aunque se que nunca leerás esto, hoy quiero
gritar al mundo entero que te quiero, ¡te quiero papá! Gracias por darme la
vida y gracias por esas sonrisas y muecas agradables que me dedicas siempre que
me ves.
Con mucho amor,
Tu hijo.